El vino rosado ha tenido un gran éxito en los últimos años. Esta tendencia tan nueva hace pensar que se trata de un vino reciente. Sin embargo, el vino rosado es más antiguo de lo que parece, ya que se pueden encontrar vestigios del mismo en la Antigua Grecia y la época romana. Sigamos los pasos del vino rosado y descubramos quién lo inventó.
Vino rosado, un vino más viejo de lo que parece
La historia del vino rosado es difícil de rastrear, porque las obras que se refieren a él son pocas. Podemos, sin embargo, plantear la idea de que el Vinum Clarum (vino tinto claro) consumido en la Antigüedad, o el Clairet consumido en Francia durante siglos, se parecían mucho al vino rosado que conocemos hoy.
En efecto, si bien el término “rosado” no aparece hasta mucho más tarde en los textos, reconocemos fácilmente en cada descripción de vino que data de la Antigüedad, el color rosa pálido del rosado que conocemos hoy. A partir del siglo XVI aparecen las primeras referencias al vino claro, antes de que mejoraran las técnicas de elaboración y se distinguiera precisamente el vino tinto del rosado.
No fue hasta el siglo XIX que encontramos la primera definición oficial de vino rosado, basada en criterios enológicos precisos.
Por tanto, si no es posible decir que el primer vino del mundo fue un rosado, sí podemos decir que tampoco fue un vino tinto, contrariamente a lo que se cree. Los primeros vinos consumidos, en su descripción, se parecían entonces mucho más a un vino rosado que a un vino tinto.
La historia del vino rosado
Se tiende a confundir la historia del vino con la del vino rosado. Se necesitaron muchos siglos para establecer la distinción entre ambos, ya que las técnicas de producción de vino en la Antigüedad y en los siglos siguientes estaban muy poco desarrolladas.
Antes del siglo XIII, la cosecha era pisoteada y las técnicas de maceración y encubado estaban tan poco desarrolladas que era muy complicado obtener un vino tinto espeso como lo conocemos hoy. El vino era, por tanto, claro, con un color cercano al del vino rosado actual. Es obvio que si el color era muy parecido, el sabor debía ser muy diferente, ya que la técnica de elaboración del vino no estaba desarrollada.
No fue hasta el siglo XVII que las técnicas de elaboración del vino mejoraron mucho y fue posible diferenciar entre vinos blancos, rosados/ligeros y tintos. En aquella época, los vinos claretes y blancos no estaban nada logrados y ofrecían un sabor muy ácido. Por lo tanto, inicialmente se abandonaron en favor del vino tinto, más espeso y colorido, pero también más alcohólico. Aquí se produce la transición del vino clarete al vino tinto.
Habrá que esperar unos siglos más para que mejore la técnica de elaboración del vino rosado y aumente su consumo.
Vino rosado: un resurgimiento de popularidad desde los años 40
Olvidado durante mucho tiempo por el vino tinto, el vino rosado aún no ha dicho su última palabra. Con la llegada de las vacaciones pagadas en 1936, los franceses se apresuraron a viajar a Provenza y redescubrieron este vino olvidado hace mucho tiempo. El rosado será considerado durante mucho tiempo un vino de verano, símbolo de las vacaciones y de los aperitivos con amigos.
El consumidor se reconoce plenamente en este vino desinhibido, fresco y cercano al terruño. Su éxito fue creciendo hasta convertirse en un vino apreciado por todos. Lejos del vino rosado ácido del siglo XIII, el vino rosado actual puede presumir de estar a la altura de los grandes vinos blancos y tintos y puede consumirse en todas las estaciones.
Es difícil decir quién inventó el rosado, ya que su historia está muy entrelazada con la del vino tinto. Una cosa es segura: la región donde se produce el vino rosado es la Provenza. La finca bernesa perpetúa esta tradición ofreciendo vinos rosados de calidad, procedentes del terruño y del saber hacer ancestral.